El MARCO GEOGRÁFICO La comarca del Segria y sus colindantes estan situadas en el extremo meridional de la depresión central de Cataluña. Sus principales características son la aridez de su clima y una vegetación espontania constituida por arbustos y espinos, con presencia de encinares y en las vertientes sombrías de la sierra, se puede ver la presencia del pino blanco. Un sistema de profundos barrancos y torrentes secos, llevan hasta el río “Set”, afluyente del Segre, la escasa agua que produce una pluviométrica de 380 a 400 ml.
Los largos atardeceres pasados en estas cabañas, al calor de una buena fogata, son el origen de la abundancia y rico folklore aceitero de la comarca. Pero, todos los pueblos de esta zona tienen un aire común y especialmente particular: son pueblo épicos y caballerescos, con orgullosos castillos –la mayoría derruidos por el paso del tiempo- pero con un encanto especial. Una explotación parecida a la que nos encontramos en al zona del Priorat. El aspecto de esta tierra es austero, duro y digno. Los veranos cálidos son seguidos por inviernos lo suficientemente fríos para la eliminación de la mayor parte de las plagas que atacan a los olivos. Esta es una de las razones por las cuales en nuestras propiedades el uso de productos fitosanitarios es mínimo.
Julio Cesar nos dice: “El ejército necesitaba cruzar hondonadas grandes y de mucha dificultad en muchos sitios, roquedas escarpadas impedían la marcha, de forma que los soldados tenían que pasarse a la fuerza las armas de mano en mano”, también cuando nos narra la persecución por parte de sus caballerías, al ejército de los generales de Pompeyo. Cesar explica que: “Cuando se acercaban a una fondalada o a una pendiente, los que habían pasado delante no podían ayudar a los rezagados y la caballería desde un lugar dominante, los atacaban con flechas, hondas y jabalinas. No tenían otra solución, cuando se acercaban a sitios como estos, sino que las legiones se detuvieran y con un fuerte ataque repeliesen la caballería; descartada esta, lazarse a correr, adentrándose por las fondaladas y cruzándolas así, para volver a resistir en sitios elevados”. No es difícil imaginar… el Segrià conserva
intacto su paisaje, pero desprovisto en aquel tiempo remoto,
de las olivas arbequinas, que actualmente son signo de paz
y de trabajo en esta misma zona, donde tuvo lugar la batalla
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